Es domingo en la tarde, muy temprano y la costumbre amerita de un cafecito Santo Domingo en la casa del pintor, del hombre excéntrico que es odiado y amado por unos tantos y otros pocos... el encuentro primero con las tías, en la casa que lleva por mote "el anticuario", el sabor de las frutas maduras, las nostalgias, los caminos, los encuentros, la paciencia... dirigirse entonces al Santuario, al lugar cercano a la curvita de la Paraguay y ya el encuentro. Encontrar la casa indescriptible, las curvas, lo femenino, las coincidencias... y así transcurre el cafecito, mientras las palabras se le agolpan en el pecho, cada detalle desde el Pinocho hasta el trono de Creta, pasando por las mariposas talladas y la mata de nísperos... el mundo... la vida... el idioma incomprensible y mis rutinas... sentirme princesa en este lugar lleno de formas, entre Casa Pueblo y cualquier parecido con Gaudí, las mezclas de este trópico, el piso azul, las puertas de caoba pintadas para la rabia de la burguesía de esta media isla... así la tarde, entre un hombre con olor a historias, a relatos, algunos exagerados otros adoloridos, historias de más de 40 años de vida en otro lado, vida más allá del charco... mientras los murciélagos se comen los nísperos y el jardín es un monte... así va la belleza en este sitio, con los personajes concretos de mi felicidad, los duendes de esta vida jugando a las tacitas, el café en el medio, la complicidad de unos espíritus ávidos de justicia... el sentido común no tan común, una tarde calurosa de domingo, una visita al palacete, una vuelta al origen... la unión del sol y doña luna, lo completo como parte de todo esto que aquí está...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario