De la serie lo que voy creando... bailar...

Ya no recuerdo la sensación de estar entre unas pocas pulgadas desafiando la gravedad, y sin embargo está... hay unas zapatillas guardadas que esperan en el baúl azul, ése que se encuentra debajo del árbol de la vida... mirarme los pies, pretender por un momento tener el control de todo el Universo como los derviches... girar, girar, girar, girar... para encontrar (me)...

El tutú de las bailarinas es un hongo que debe cuidarse muy bien, el tul debe ser duro y parecer que es la cosa más fluida del mundo... una paradoja igual que la vida... entre tantos extremos la danza, bailar o ver bailar, como el cuento de Aída la cubana... cruzar las calles con las mallas debajo, con los pies que caminan a las dos y 10 de la tarde o de la mañana tal vez... bailar o ver bailar... convertir en música la respiración de tantos siglos de vida... porque la mejor danza no es la del escenario, la del minuto del aplauso y el cambio de vestuario... hay meses, hay años, hay vidas... tantas vidas antes del primer tendu, antes del primer adagio... y si el cuerpo te deja está bien... pero el alma baila... así como canta va bailando... mirándome en un espejo que me trae recuerdos insondables... caen los copos de nieve, cada uno, en el lugar que deben ocupar... se baila porque se ama el momento, porque se puede entregarse a una tarea que sólo tiene un espacio, el presente... la musculatura se cansa... el cuerpo envejece... el alma continúa porque es eterna...

Buscaba ese día entre mis pies, sin posar, simplemente corroborar una posición, una exactitud, el dedo gordo del pie en su lugar, el dedo chico también... hay filigranas que duelen... bailar es parir emociones a través de la experiencia... de los años de vida que se van acumulando... bailar, ver bailar, verse bailar... sentirse volar....

Foto de Juan Carlos Ditrén. Florecita in illo tempore.